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La atención exclusiva

La percepción es la forma en la que el cerebro detecta las sensaciones externas que recibe a través de los sentidos, para formar una impresión consciente de la realidad física de su entorno.

Aparece de forma natural cuando el deseo de ver esta activo y libre.

 En el juego del golf, La percepción describe el proceso mental mediante el cual el jugador selecciona, organiza e interpreta la información externa proveniente de estímulos, pensamientos y sentimientos, a partir de su experiencia previa.

La mayoría de los jugadores están distraídos durante el recorrido, sin ser conscientes de ello. Se esfuerzan por escapar de los movimientos inesperados de sus compañeros de partido o de los ruidos de la propia naturaleza, pero  es  imposible controlar el entorno dentro de un campo de golf.

Tampoco  hay que olvidar el constante parloteo interno de la mente, que impide focalizar nuestros sentidos en lo que es realmente importante en cada momento.

Debemos comprometernos con la bola de golf

La atención exclusiva se refiere a la habilidad de ver una sola cosa, abstrayéndose de todo lo superfluo.

Estas dos características, la percepción o  apertura hacia los factores externos importantes y la atención exclusiva interna, aun siendo  opuestas son complementarias y debemos aprender a gestionarlas simultáneamente.

Nuestros sentidos deben permanecer abiertos hacia factores como la distancia al objetivo, el viento, etcétera. De otra forma no podríamos ajustar el swing a las distintas situaciones. Mientras, tenemos que centrar nuestra atención en la bola sin quedarnos hipnotizados por ella, pesto que la atención exclusiva mal gestionada nos puede provocar una guerra interna que produce tensión, recurriendo así a la fuerza que puede provocar el bloqueo de nuestro swing.

En estos casos, la atención exclusiva debe permanecer quieta, calmada y concentrada. Es el momento de comprometernos tan solo con la bola y distanciarnos  de todos los demás factores, de forma que nos veamos como un todo con ella en lugar de vernos en partes diferentes, provocando así un mágico aumento de esta, alimentándola y dándole vida para que coopere y esté dispuesta.

Es la consecuencia de “sentirnos uno con la bola” y  convertirla en la extensión de nuestro propio swing.

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